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Teddy Karagozian: ´La Argentina es un perro que se persigue la cola´ (25/07/2018)
Teddy Karagozian: ´La Argentina es un perro que se persigue la cola´

Su empresa factura US$ 120 millones y es el mayor hilandero del país. Economista de formación, pide a gritos cambios estructurales en el sistema impositivo. Por qué dice que, al revés de lo que se cree, la industria textil puede ser protagonista en el futuro del país.

Mientras Christine Lagarde recibía a Nicolás Dujovne para negociar el acuerdo del FMI con la Argentina, Teddy Karagozian abría su despacho para recibir a APERTURA. Eran semanas especialmente convulsionadas para una economía que está acostumbrada a los vaivenes y a los desequilibrios. A pesar de la incertidumbre, el empresario hacía un esfuerzo por salir de la tapa del diario y prestar atención a las cuestiones estructurales del sistema productivo argentino.

El contexto del sector no es el mejor. De hecho, Karagozian tuvo que cerrar plantas y despedir empleados –pasó de 1700 a los 1100 actuales–. La facturación cayó en los últimos dos años de US$ 15 millones a US$ 10 millones por mes en promedio. Las causas de la caída no las vincula a la productividad y asegura que están “totalmente automatizados”. De hecho, desde las oficinas centrales que la compañía tiene en Vicente López muestra con orgullo las pantallas en donde se ve cómo se trabaja en las plantas del norte del país. Se ven decenas de máquinas automatizadas, una al lado de la otra. Según cuenta, van desde los US$ 30.000 a los US$ 300.000. Para buscar las explicaciones estructurales a los problemas del sector, en cambio, saca a relucir su título de economista y analiza el esquema impositivo.

¿Cuál es su diagnóstico de la situación actual de la economía y de la industria?

Estudié el fenómeno de los impuestos para entender por qué la Argentina es tan cara. Lo que sucede hoy es el final de una historia. El gradualismo no está funcionando. Los argentinos entienden de economía y saben cómo ganarle al gradualismo. Y cuando cada uno le gana individualmente el conjunto pierde. Y también hay un error en usar herramientas que funcionan en otros lugares y acá no sirven, porque las variables no son las mismas. El Banco Central no es dependiente de bajar la inflación, sino de bajar el dólar y de determinar cuánta tasa tienen que pagar para que no se vayan los fondos.

¿Y cuáles son sus propuestas, qué cree que debería cambiar?

Hay que desarmar el monstruo, que es el sistema impositivo. El 21 por ciento de IVA es una barbaridad. Se culpa al tránsfuga que lo evita, pero no se puede tener un sistema que promueva un comportamiento incorrecto.

La Argentina es un perro que se persigue la cola. Los impuestos son altos porque el mayor pagador de impuestos es el Estado. Cuando no le alcanza el dinero, sube los impuestos, y al tiempo aumenta la inflación. Entonces los sindicatos y los jubilados reclaman más ingresos. Se otorgan, entonces de vuelta no alcanza la plata, suben los impuestos y se alimenta el círculo vicioso, que lleva más de 30 años. Y en el medio hace lo que los privados no podemos hacer, que es imprimir dinero.

¿Qué parte del precio de los productos se explica por los impuestos?

El 50 por ciento. Esto quiere decir que vos tenés un costo y arriba tenés un 100 por ciento de impuestos. Por eso La Salada es tan barata: los precios son menos del 50 por ciento, porque se produce un efecto multiplicador.

¿De qué manera podría modificarse el esquema impositivo?

Si el Estado quiere dejar de pagar impuestos tendría que eliminar todos los impuestos a las empresas. Son 96. Eso haría que los costos de las firmas bajen a la mitad, pero los de sus proveedores también, por lo que los precios bajarían más de la mitad. Además se eliminaría la informalidad y el Estado bajaría su cantidad de empleados, porque no harían falta para muchos trámites sin sentido.

¿Y cómo se financia el Estado?

No le cobrás impuestos a la empresa de Teddy, le cobrás a Teddy. Es decir, a las personas que pueden pagar. En este esquema, los empresarios somos recaudadores de impuestos, por eso la gente ama al Estado y odia a las empresas. Los que logran sacar provecho de esta situación son los que compran en los Estados Unidos: tienen salarios de acá como si fueran a pagar impuestos pero compran en Gap de Miami productos libres de impuestos. Esto genera un déficit comercial. Cuando subís las importaciones para bajar el costo de los productos, sube el gasto del Estado. Lo mismo cuando aumentás la deuda internacional.

Los economistas tradicionales no entienden esto porque nunca pagaron un salario. Y estas reformas tienen que hacerse rápidamente. Otro punto a modificar: en vez de imponer a la producción de soja, se debe hacer a la tenencia del campo. De esa forma se incentiva a la producción y se genera valor agregado y empleo. El único impuesto que tienen que pagar las empresas es sobre los dividendos, y hasta un 50 por ciento. No sobre la ganancia, pero sí cuando pasan de la empresa a la persona. No hay contabilidad creativa que pueda dibujarlo.

En la Argentina existe un gran consenso respecto a la seguridad social que brinda el Estado. ¿Cómo lo afectaría?

Sí, es cierto. Hay mucha gente que no aportó que tiene un ingreso hoy. La sociedad argentina quiere que así sea. Entonces la sociedad es la que tiene que pagar, no la gente que trabaja. Y el mejor distribuidor para financiar al sistema de seguridad social, imposible de evadir y más relacionado al nivel de ingreso, es la energía eléctrica. La energía consumida en las viviendas financiaría al sistema. Esto no es imposible: en Noruega el sistema de jubilación sale de un impuesto sobre el petróleo. Y por cada $ 100 que paga un empresario, al empleado le llegan $ 100. No existe nada en negro.

Entonces hay sistemas inteligentes en el mundo moderno para mejorar el sistema, pero requieren de audacia. Una audacia que no está mostrando el Gobierno porque es marginalista. Quiere esquivar el bulto, que nadie note los cambios. Y un Durán Barba es un problema. No dar malas noticias, no hacer cosas estridentes. Así no surgen las buenas ideas.

El año pasado, con más capital político que ahora, el Gobierno quiso encarar la reforma laboral y aprobó la impositiva…

(Interrumpe) ¿Quiso? ¿Cuánto esfuerzo hizo? ¿Cuántas veces llamó a la oposición para debatir sobre un proyecto de país? Creyó que tenía la vaca atada y que no necesitaba hablar con nadie. Tuvo la soberbia de pensar que podía hacerlo solo. La Argentina tiene problemas que no permiten que ningún partido político lo pueda resolver. Es necesario un gran acuerdo entre sindicatos, empresarios, gobierno y partidos políticos. Con una visión total, más allá de las próximas elecciones. Si pensás en el corto plazo, las probabilidades de lograrlo son bajas.

Sí, pero desde el Gobierno pueden argumentar que si no trabajan para las próximas elecciones no pueden asegurar que siga el rumbo elegido.

Los mejores guerreros son los que entran a la batalla dándose por muertos. Si empezás a gobernar pensando en ganar la próxima elección no tenés capacidad de acción. El enemigo en la Argentina es el populismo: los partidos de la oposición empiezan a mostrar que no tenés control de la situación y que serían más populistas. Y entonces el ministerio de Carolina Stanley se convierte en el más importante. Si el área populista está más desarrollada que la de control de gastos, entonces obtenés más inflación.

Al Gobierno le ha costado controlar la inflación más de lo que preveía. ¿Lo sorprende?

No me sorprende. Tenía esperanza, porque conozco la inteligencia de muchos de los integrantes y pensé que iban a hacer todo al principio, sabiendo que no tenían mucho tiempo disponible. Se les pasó el cuarto de hora producto de una serie de éxitos iniciales, como la salida del cepo, y pensaron que no hacía falta continuar con el esfuerzo. Lo que no hacés al principio es más difícil hacerlo después, porque los demás también participan. Las negras también juegan en el ajedrez.

En definitiva, me sorprendió la rapidez con la que la voluntad de ganar la siguiente elección empezó a regir la política económica. El aumento de importaciones para promover el consumo, en un país deficitario como este, fue un error. En el mundo la gente viaja para hacer turismo salvo en este país. Si la gente viaja para hacer compras es porque algo está desequilibrado. O el dólar está atrasado o los impuestos a los productos locales son excesivos. No podés abrir la economía sin resolver que el dólar vaya al valor que tiene que ir o eliminar los impuestos que restringen. 

¿Qué confianza le genera hoy el Gobierno?

Tengo confianza en que son gente honesta. Les pasó que cuando llegaron al gobierno empezaron a desoír lo que sus amigos les decían. Pensaron que los aconsejaban de forma egoísta y empezaron a creerse entre ellos mismos. El riesgo es que son honestos pero quizás no funcionan en equipo. Es como la selección de fútbol: además de buenos jugadores tenés que tener un plan, una estrategia, un director técnico. Cada uno maximiza su parte, entonces se produce un máximo subóptimo y el resultado final es muy bajo.

¿Cómo se compite en la industria textil contra Asia y las denuncias de prácticas de dumping?

No habría dumping si las empresas en la Argentina no fuéramos las que más impuestos pagamos del mundo. Afuera se promueven productos que no pagan impuestos en su país de origen porque se busca que tengan mayor valor agregado, a diferencia del sector de servicios. La industria es la amalgama de la sociedad. Los países más pobres son los que viven de los servicios. Alguien le está haciendo cometer un error al Presidente y le dice que el país se salva con el turismo. Con este tipo de cambio y estos impuestos la gente no va a viajar hasta la Argentina para pagar una fortuna, por más que tengamos buenos recursos naturales.

En este sentido es interesante el concepto de antifrágil. Se trata de aquello que si se cae no solo no se rompe, sino que se robustece. Y la industria es lo que hace antifrágil a un país. Los call centers se fueron de acá de un día para el otro. La industria en cambio tiene una dinámica propia. Es difícil entrar pero también salir. Por eso, más allá de los problemas, tenemos industria. Somos las que generamos directa e indirectamente los mejores salarios en el mundo. Y en la Argentina la productividad es altísima. Como la mano de obra es tan cara estamos todos tecnificados.

En la década del ‘90 la industria textil estuvo muy golpeada en la Argentina. Luego de la devaluación del 2002, tuvo buenos términos de intercambio durante varios años. Hoy parece nuevamente en una situación complicada. ¿Cómo resisten esos vaivenes?

La industria textil es ultracompetitiva, pero no puede hacer magia. Tiene altísima capacidad, se nota en los diseños y en los productos. Pero cuando llega un momento como el actual, lo cierto es que los números no dan y a la gente le cuesta más consumir acá. Pero resistimos porque tenemos esperanzas. Muchos creemos que en el futuro va a ser de las industrias más necesitadas. La producción de algodón necesita agua, tierra y sol, y acá tenemos todas las condiciones. China está dejando de producir porque necesita destinar el territorio para alimentos. Cuando se acentúe esa tendencia tendremos una oportunidad para ser grandes productores.

Y por otro lado tenemos una población con altos diseñadores. Somos uno de los pocos países del hemisferio sur que puede comprender climas templados del hemisferio norte. Un diseñador brasileño va a hacer buenas ojotas, pero no camperas ni sweaters. La ropa de Etiqueta Negra es mejor y más linda que la de Valentino en  los Estados Unidos. 
Además tenemos una oportunidad en comparación a otras industrias. Las grandes automotrices tienen dueños extranjeros. Y en el mundo textil se valoran las partidas chicas: nadie quiere lo mismo que el de al lado. Cuantos más diseñadores tenés, más capacidad tenés, y además pueden ser argentinos y generar valor agregado acá.

Por supuesto. Eso solo existe en la mente de alguien que no conoce. El campo genera los recursos, los dólares. La industria aumenta el valor del capital. Y utiliza la inteligencia desarrollada por el sector de servicios para que su producto tenga más valor agregado. Google, por ejemplo, vive de la publicidad. El caballo de Troya que permite que monetice son los bienes físicos. Hay un error en pensar que la manufactura está disminuyendo, al contrario. En la época de mi papá había un auto por familia, hoy hay uno por persona. Como país tenemos que aumentar la capacidad de manufactura. Al hacerlo se integran los servicios que hay alrededor.

Dice que la industria está altamente tecnificada. ¿Esto produjo que baje la mano de obra o que se haga más calificada?

Las dos cosas. Ahora hacemos más ropa que antes con mucha menos gente. Pero hay puestos que antes no existían. Diseñador, el que arregla las computadoras, el que diseña la máquina. Hay muchos engaños en relación a la manufactura medida en el PBI, la gente de servicios tergiversa la información sobre lo que aporta cada uno.

Se discute acerca del grado de apertura de importaciones que aplicó el Gobierno. ¿Cuál es su impresión?

Claro que se abrió. Estoy podrido de discutir si entraron o no productos. Si no hubieran entrado, hoy no estaríamos en crisis. Regalamos dólares pensando que nos sobraban. Realizamos las importaciones superfluas para mantener un dólar subvaluado y eso perjudicó el futuro de la Argentina. El tema es cuán rápido se podrá revertir esta situación.

La empresa la fundó su padre hace casi 40 años y hoy trabajan sus dos hijos. ¿Cómo se maneja, según su experiencia, una empresa familiar hoy en la Argentina?

Vengo de una familia armenia. En general tienen una buena relación entre padres e hijos, no como las de origen italiano. Quiero que la empresa genere riqueza para el país y para mi familia. Mis hijos disfrutan de pensar cómo hacer bien las cosas. Tengo la suerte de que me acompañen.

¿Cómo se imagina la compañía de acá a 10 o 20 años?

Me cuesta más imaginarla a 15 días que a 20 años. En ese momento, mis hijos y sobrinos habrán tomado la posta. La Argentina habrá visto la luz. Los diferentes gobiernos habrán pasado, la cosa habrá mejorado. No estaremos nadando contra la naturaleza, cosa que hemos querido hacer. Por ejemplo, cuando tratamos de distribuir lo que no se tiene.

Fuente: Apertura