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Estudio IERAL: Cadena de la Soja y sus Productos Derivados (25/08/2011)
Estudio IERAL: Cadena de la Soja y sus Productos Derivados

Una Argentina Competitiva, Productiva y Federal - Doc nº 22

Resumen ejecutivo

En las últimas tres décadas se observa un aumento de la participación de las semillas oleaginosas en la producción mundial de commodities agrícolas. En 1980 las oleaginosas representaban el 9,3% de la producción agrícola mundial, valor que fue creciendo hasta alcanzar el 17% en el 2010.

El hecho que explica seguramente gran parte de este fuerte posicionamiento de la producción de semillas oleaginosas es el cambio en la composición de las dietas alimenticias en países en desarrollo y/o emergentes.

Está demostrado que a medida que los ingresos mejoran la composición calórica de las dietas se va modificando, volviéndose más ricas en aceites y grasas, en carnes, en productos lácteos y menos intensas en cereales (almidón).

Para la cadena de soja ha sido muy importante el fuerte crecimiento de la producción de carne aviar y porcina que se ha observado en el mundo. En efecto, estas dos carnes son producidas en general bajo sistemas de tipo intensivos que utilizan en general harinas ricas en proteínas (caso de la harina de soja) como componente importante de las dietas alimenticias de los animales. La demanda de soja es una demanda derivada de la demanda de harina de soja y a su vez la demanda de harina de soja es una demanda derivada de la demanda de carnes aviar y porcina.

China ha sido sin dudas el mercado más determinante del mundo para la soja en los últimos años. En efecto, en las últimas doce campañas se estima que el consumo mundial de soja creció en casi 100 millones de toneladas; de esta cifra, casi la mitad se ha concentrado en China y el resto se ha distribuido en los demás países del mundo. Nótese que el consumo mundial de soja ha crecido a una tasa de poco más del 4% promedio anual en el período, dos puntos de esta tasa se explican por el mayor consumo chino.

Los países que más soja producen son Estados Unidos, Brasil, Argentina y China; este grupo representa más del 85% de la producción mundial de soja. Estos cuatro países aumentaron su producción sojera en los últimos 30 años, aunque a tasas diferentes y no siempre constantes.

En el caso del primer productor mundial, Estados Unidos, la producción de soja creció poco más del 73% en las últimas tres décadas, pasando de casi 52 millones de toneladas de los años 1980/1981 a las 89 millones de toneladas promedio en las últimas dos campañas (2009/2010 y 2010/2011). China aumentó un 71% su producción en el mismo período, pasando de 8 millones de toneladas a 15 millones en la actualidad. Los países que más aumentaron su producción fueron Argentina y Brasil, el primero pasó de 4 millones de toneladas a 50 millones en la última campaña (2010/2011), y el segundo de 14 millones de toneladas a 74 millones de toneladas (2010/2011). En Argentina la producción creció un 1239% y en Brasil un 424% en el período.

Si bien la producción de soja en Argentina crece en forma sostenida desde comienzos de la década de los ?80, un hito en la evolución de la producción de esta semilla oleaginosa es la habilitación del uso de semillas de soja transgénicas en el año 1996. Esta innovación biotecnológica junto con nuevas técnicas de implantación de cultivos (siembra directa) y otras innovaciones organizacionales, fueron determinantes del proceso expansivo de la soja.

Es interesante destacar que la mayor producción de granos en general pero de soja en particular que se observa en Argentina en las últimas décadas se lleva adelante sobre campos fundamentalmente otrora ganaderos. En efecto, si se analizan y comparan estadísticas censales de los años 1988 y 2002, se encuentra que las nuevas tierras que ganan tanto los cereales como las oleaginosas las pierden, casi en una relación 1 a 1, las forrajeras (anuales y perennes), cultivos asociados fuertemente con la actividad ganadera.

El procesamiento de la soja está fuertemente concentrado en la provincia de Santa Fe. En efecto, esta última provincia cuenta con las plantas industriales en las que se procesa casi el 90% de la soja que se industrializa en el país. Le siguen muy de lejos las provincias de Buenos Aires y Córdoba, con el 7% y el 4% respectivamente.

En los últimos años se observa una consolidación de Santa Fe como principal polo industrial aceitero de Argentina. Córdoba, de procesar más del 10% de la soja del país en 1997 retrocede en forma importante, reteniendo sólo el 4% en el 2010. Esta provincia dispone la mayor capacidad de procesamiento de soja del país debido a que posee más plantas pero también a qué estas son en términos relativos más grandes (9 de las 10 plantas más grandes están en Santa Fe).

La industria de la molienda de soja es una actividad de márgenes muy reducidos, donde la materia prima principal, el poroto, es por lejos el principal costo de la industria. De acuerdo a estimaciones propias basadas en precios FOB Puertos Argentinos (MINAGRI) de soja, aceite de soja (crudo) y harina de soja (tortas / pellets), corregidos por la política comercial (derechos de exportación y reintegros), y considerando una relación de transformación constante de soja a sus subproductos (78% de rendimiento de harina y 19% de aceite de soja), la soja ha representado aproximadamente el 92% del valor del producto final entre los años 1993 y 2010.

Considerando las siguientes actividades: producción de semillas, fertilizantes y agroquímicos; producción de maquinaria, repuestos y complementos; producción primaria; provisión de servicios varios (acondicionamiento, transporte, cosecha y otros); producción de aceites y harinas, se estima que la cadena de la soja habría generado aproximadamente 277 mil puestos de trabajo en el 2009/2010, con un multiplicador de 0,015 por hectárea sembrada; este último multiplicador dice que de cada 1.000 hectáreas de soja sembradas se generaron aproximadamente 15 puestos de trabajo en diferentes sectores de la cadena.

Bajo un escenario realista, se estima que la producción de soja podría crecer al 3,0% promedio anual, llegando a 66,5 millones de toneladas en la campaña 2020/2021. Esto se lograría con un aumento del área sembrada (1,4% anual promedio) y del rinde medio (1% anual promedio).

Por su parte, la molienda de soja podría crecer al 3,6% promedio anual, tasa que es ligeramente superior a la de la producción, y que indica que cada vez más soja se destinará a la molienda (en detrimento del destino exportación). La industria que procesa en la actualidad 39 millones de toneladas pasaría a 56 millones de toneladas en la campaña 2020/2021.

La producción de harina de soja, uno de los subproductos de la industria aceitera, pasaría de 30,6 millones de toneladas a 43,7 millones al final del periodo bajo análisis. Se espera que el consumo interno crezca por encima de la producción, al 4,6% promedio anual, de la mano de la mayor demanda para suplementación animal. Las exportaciones netas se incrementarían de 29,9 millones a 42,2 millones.

En materia de generación de divisas, proyectando precios bajo tres pautas, una conservadora (Escenario A) con un valor FOB de US$ 450 la tonelada de soja, una moderada con un valor FOB de US$ 500 la tonelada (Escenario B) y una optimista con un valor FOB de US$ 550 la tonelada (Escenario C), se tiene que los ingresos generados por la cadena en materia de exportación se encontrarían en el rango de US$ 26.500 millones (Escenario A) y US$ 32.350 millones (Escenario C) en la campaña 2020/2021 según el nivel de precios que tenga la soja y sus derivados en dicha campaña, un excedente de divisas de entre US$ 3.900 y US$ 9.800 millones en los próximos diez años y sin incluir las divisas adicionales que se generarán a partir de la mayor exportación de biodiesel basado en aceite de soja.

Esta mayor producción de soja y de sus derivados requerirá ampliar la fuerza de trabajo de la cadena. Se estima que el empleo directo pasaría de 277 mil puestos a 325 mil puestos, una generación neta de 48 mil puestos.

La agenda de política pública para facilitar la materialización de este escenario incluye, además de la estabilización macroeconómica y la no aplicación de nuevas políticas que deterioren los precios recibidos por los productores o que generen mayores riesgos de invertir en este tipo de actividades: a) una baja de los derechos de exportación (sobre el grano y sus derivados, manteniendo la brecha que existe actualmente en las alícuotas) a los efectos de recuperar competitividad perdida por la aceleración inflacionaria de los últimos años, además del compromiso público de que el impuesto será eliminado rápidamente en caso de una caída en los precios internacionales; b) un sistema más eficiente en materia de derechos de propiedad intelectual y control de cumplimiento del marco legal vigente a los efectos de mantener incentivos para la introducción de nuevos eventos biotecnológicos y variedades de semillas; c) mayor automaticidad de los procesos administrativos exigidos para autorizar operaciones de exportación y una política de negociación comercial que abra mercados para los productos industriales; d) una fuerte inversión (pública / privada) en infraestructura fluvial (mayor calado de la hidrovía), vial (ampliación de rutas troncales y pavimentación de caminos rurales) y ferroviaria (mejora de la capacidad de carga de ferrocarriles claves, caso del Belgrano Cargas).


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