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Estímulos a la demanda y cuellos de botella (10/07/2011)

La inversión en los últimos 12 meses habría superado el 23 por ciento del PIB, según datos oficiales e incluso así la economía argentina no puede evitar la proliferación de cuellos de botella, frente a una demanda que mantiene su dinamismo. A principios de año había quienes especulaban con que el gasto público sería tan expansivo como en 2007, cuando subió cerca de 40 por ciento interanual. Sin embargo, es el crédito al sector privado, a un ritmo de 44 por ciento interanual, la variable más dinámica de 2011, mientras el gasto público aporta lo suyo, aunque con una variación del orden de 33 por ciento respecto de 2010. Refuerza estas tendencias el aumento de salarios del sector privado formal, que supera, en promedio, en seis a siete puntos porcentuales la suba de los precios medida por los institutos provinciales de estadística. Ante ese cuadro de situación, las restricciones energéticas que sufren las industrias son la punta del iceberg de las complicaciones que enfrenta una oferta que no puede seguirle el ritmo a la demanda.

En forma recurrente, la economía argentina sigue prodigando buenos datos de nivel de actividad en la fotografía pero, al mismo tiempo, agregando interrogantes acerca de la sustentabilidad de algunas de estas tendencias. El segundo trimestre, por ejemplo, marcó una aceleración en la curva para el patentamiento de automóviles, ya que mientras el primer trimestre había cerrado con un incremento interanual de 28,7 por ciento, ese guarismo pasó al 35,3 en de abril–junio, respecto de igual período del año anterior. Por su parte, el componente real (por encima de la inflación) de la variación en la recaudación de IVA fue de 8,4 por ciento interanual, un registro muy significativo aunque, en este caso, marcando cierta desaceleración respecto del 10,7 interanual del primer trimestre.

La expansión de los préstamos al sector privado, a un ritmo del 44 por ciento interanual, está sin duda por detrás de estos excelentes indicadores de nivel de actividad. La pregunta es si este comportamiento puede extrapolarse para los trimestres venideros. Aquí corresponde consignar que la notable agresividad en la oferta de créditos está alimentada en un fondeo abundante y para nada oneroso, basado en el crecimiento de depósitos en pesos en el sistema financiero a un ritmo de 35 por ciento interanual. Ahora bien, esta tendencia ha pasado a coexistir con el reinicio del fenómeno de fuga de capitales que, de persistir, comenzará a erosionar por su base el círculo virtuoso de depósitos y créditos. La dolarización de las carteras es el principal enemigo de este vector clave de la expansión de la economía.

El signo de los flujos de capitales puede seguirse a través del destino que tienen los dólares que ingresan al país liquidados por los exportadores. Pues bien, en el segundo trimestre de este año, las divisas aportadas por esta operatoria sumaron nada menos que 8,8 mil millones de dólares. En años de poca incertidumbre, el grueso de esa cifra termina siendo vendida al Banco Central, a cambio de los pesos correspondientes. Sin embargo, en esta oportunidad, de cada 100 dólares ingresados al país por los exportadores, sólo 33 dólares fueron canjeados por pesos en el Banco Central por quienes los recibieron, quedando el resto en algunos de los tantos intersticios del mercado: si esos billetes circulan en operaciones inmobiliarias o del segmento automotor, entonces esto no afecta la trayectoria de la demanda, pero si su destino es la caja de seguridad o alguna cuenta en el exterior, entonces esa “fuga” comenzará a impactar negativamente sobre la marcha de la demanda agregada.

Lo interesante es que el factor confianza ha pasado a ser clave para la continuidad de las tendencias positivas de la economía, dados el menor margen fiscal existente y el achicamiento del superávit comercial.

También la coyuntura está contribuyendo a poner en evidencia la importancia de lograr ciertos equilibrios entre oferta y demanda. El año pasado, la industria se enfrentó a una restricción energética equivalente a casi el 40 por ciento de la demanda entre mayo y agosto, según cálculos de especialistas. Este año, pese a un incremento exponencial de las importaciones de combustibles, el impacto sobre el sector fabril apunta a ser semejante. Todo indica que ya no queda margen y que, de cara a 2012, deberán crearse condiciones para una recuperación de la inversión y la producción local, tanto de petróleo como de gas. La existencia de distintos precios para un mismo bien genera malos incentivos. Una forma directa de graficar el terreno perdido en esta materia es consignar que, años atrás, YPF era una empresa de tamaño equivalente a Petrobras en cuanto a su valuación de mercado. Hoy, en cambio, la relación es de casi 12 a 1 entre la capitalización bursátil de Petrobras (205 mil millones de dólares) y la de YPF (17,5 mil millones).

Pueden encontrarse otros ejemplos que muestran que el desarrollo no pasa sólo por incentivar la demanda. El mismo sector automotor, que hoy marca récords, se ha enfrentado a dificultades para expandir en forma proporcional el entramado de proveedores y autopartistas que aseguren cuotas crecientes de valor agregado local. Un informe de la Asociación de Fábricas Argentinas de Componentes estimó para 2010 en 13.200 dólares el aumento de importaciones de partes por cada uno de los vehículos que se agregan a la producción por parte de la oferta local.

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