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El 2012 no ha mostrado todas sus cartas (02/10/2011)

Jorge Vasconcelos para La Voz del Interior

Con todo el suspenso de las buenas novelas, los Congresos de los 17 países miembros de la Eurozona están aprobando la ampliación del Fondo de Estabilización Financiera, con un capítulo reciente escrito por la misma Alemania que puede estar pre anunciando un final feliz.

¿Qué cabe esperar? ¿ Podrá evitarse ahora la reestructuración de deuda por parte de Grecia, Irlanda y Portugal? No necesariamente. En realidad, debería verse la ampliación del Fondo Europeo de Estabilización como la recarga de los camiones de bomberos: su misión será evitar que un eventual default (cesación de pagos) en la periferia genere un efecto dominó sobre países sin los cuales el euro no tiene sentido, como España e Italia. Si ese contagio se evita, entonces la economía mundial seguirá fría por unos años más pero, por lo menos, podrá escapar de una nueva recesión global como la de 2009.

En este sentido, la decisión alemana es congruente con el hecho de que los bancos de ese origen tienen activos en euros, no en marcos, y que su admirada industria depende en un 72 por ciento del mercado europeo para sus exportaciones.

Transitando ya el cuarto trimestre del año, cada vez estamos más convencidos que el 2012 nos llevará a añorar los “problemas” de la primera parte de 2011, cuando el dólar débil en el mundo empujaba al alza los precios de las materias primas y, con ello, alimentaba la llamada “inflación importada”.

La guerra de monedas ingresó en una nueva fase y ahora parecen pesar más los riesgos deflacionarios que los inflacionarios. Oro, petróleo y otras materias primas reflejan bien el nuevo cuadro de situación.

El fortalecimiento del dólar estadounidense frente al grueso de las divisas está detrás de este escenario. Esto se ha expresado en depreciaciones de 15 a 20 por ciento de un buen número de monedas latinoamericanas en el último período. Se trata de los mismos países que, hasta mediados de año, lidiaban contra la apreciación y la pérdida de competitividad.

En la Argentina, más allá de las intervenciones del Banco Central para evitar que el peso copie las depreciaciones de las monedas de los países vecinos, no hubieron mayores señales acerca de cómo el Gobierno habrá de encarar esta modificación del escenario internacional.

El presupuesto para 2012, que podría entregar pistas, sufre la pérdida de credibilidad generada por la divergencia entre números y realidad de ejercicios pasados.

El discurso político, a su vez, sufre la distorsión de toda campaña electoral. Hasta el 23 de octubre será difícil encontrar referencias firmes.

Si, por caso, el Gobierno ha decidido ir por la vía de la moderación fiscal para navegar con menos sobresaltos el año próximo, es muy difícil que esto forme parte de los slogans pre electorales. Esa opción implica recortar subsidios a la energía y el transporte. Y esto no puede hacerse sin comenzar a sincerar, gradualmente, las tarifas de gas, electricidad, subtes y colectivos.

En función de esas restricciones, las proyecciones económicas para el próximo año seguirán siendo provisorias y darán lugar a muchas conjeturas a la espera que, desde fin de este mes, comiencen a desplegarse con mayor nitidez objetivos e instrumentos.

Esta transición, explicable desde el punto de vista político, no es funcional a la marcha aceitada de la economía.

Ocurre que la fuga de capitales, que se ha estabilizado en el elevadísimo andarivel de los 2.500 millones de dólares por mes, está definiendo una agenda de corto plazo de la que el Gobierno no podrá escabullirse. Esta tendencia, de persistir, amenaza trabar uno de los motores claves de la economía, el del crédito bancario.

En este sentido, tampoco es positivo que se haya dejado expandir, sin cortarlo de raíz, el rumor de un desdoblamiento cambiario para el período pos electoral. Incluso, un destacado dirigente empresarial ha especulado, abiertamente, con esa posibilidad. La emergencia de tipos de cambios distintos, uno financiero y otro comercial, haría brotar malos incentivos para los agentes económicos, lo que llevaría a un “ennegrecimiento” mayor de la economía (la Afip sería una de las víctimas), con sub y sobrefacturación de operaciones de comercio exterior, según sea la conveniencia.

Pero, sobre todo, despertaría fuertes presiones en función de la “mezcla” de tipos de cambio más apropiada para los intereses sectoriales, con riesgo de crecientes arbitrariedades por parte de las autoridades que decidan en qué casillero cae cada operación. No debe olvidarse que hay colocaciones en el sistema bancario local por 13,8 mil millones de dólares entre cajas de ahorros y plazos fijos de moneda extranjera. Los tenedores de esos depósitos consideran, con toda razón, que tienen derecho a retirar billetes (“dólares financieros”) el día que lo decidan. Pero, del otro lado del mostrador, hay operaciones crediticias efectuadas.

Los que deben dólares y son exportadores, el día de mañana van a reclamar el derecho de cancelar esos pasivos con las divisas obtenidas por sus ventas al exterior (“dólares comerciales”). ¿Quién se haría cargo de la diferencia? El rumor luce descabellado, pero no son los analistas los que pueden desactivarlo…